miércoles, 16 de septiembre de 2015

La chica de las calles.

Me he encontrado a Lady Madrid en todas las esquinas de Malasaña. A Dolores a las puertas de un bar de Chamartín. Y cada noche me ha parecido perder la esperanza de encontrarte a ti. Perdida entre tus dudas infinitas, cerrando heridas con los tapones de botellas de alcohol, recogiendo tus tacones del suelo, y bajando Gran Vía con la salida del sol.

Hacías las noches eternas bajando las persianas de tu habitación, soñando con algún concierto, otra fiesta, y a veces, incluso un poco de amor.

Eres la reina de la barra de todos los peores lugares, la reina del corazón de unos cuantos borrachos, y a pesar de tenerlos a todos debajo de tus tacones, no podías gobernarte ni a ti misma.

Perdiendo el sentido de todo en la cama, reencontrándolo en el alcohol. Y por no decir todo lo que fumabas, que nadie sabía cómo aún te quedaba algún pulmón. Perdiendo el culo por el tonto de turno, siempre acababas llorando en algún rincón, y cuando atrancabas la puerta del baño, no te sacaba ni el dueño.

Recorriendo las calles mojadas, descalza y demasiado cansada, desperdiciando toda una vida con personas que no valen nada. Te dejabas ver de día inmersa en libros y tiendas de discos, echando a perder el pintalabios con tus dientes cada vez que veías un suculento título o algún disco de tus artistas favoritos. Bailabas desnuda con Bowie y The Smiths cuando te ponías melancólica, gritando que querías ser una heroína por un día, y que si tú eras la reina, también estabas muerta.


Y en el fondo, sólo querías salvarte a ti misma.


Enamorada de los días salvajes, te escondías entre el edredón cada vez que escuchabas a la realidad llamar cada mañana a tu puerta. Siempre evadiendo la vida, siempre perdiéndote en las fiestas. Pero en el fondo sabías que ninguna de todas esas botellas podría llenar el vacío de no tener unas medias que no estuviesen rotas, ni nadie a quien querer.


Lady Madrid de pega, la verdad no es para ti, te derrumbas en las aceras, no subes a las azoteas ni miras a las estrellas, porque ya ni si quiera ellas creen en ti.