domingo, 7 de febrero de 2016

La Pieza De Dominó Que Movió El Mundo

“¡Haced algo, haced algo, que alguien haga algo!”

Grita una muchedumbre ensalzada. Grita una madre que ve a su bebé llorar desde la ventana de un edificio en llamas.

“¡Haced algo, haced algo, que alguien haga algo!”

Grita la gente ante las injusticias sociales, las masacres, las guerras, los desahucios, los malos gobiernos, la esclavitud, los mataderos…

“Haced algo, que yo no puedo” es el mensaje que dan entre líneas. Haced algo vosotros, los valientes, los que no tienen nada que perder, los que no tienen una casa, una familia, un trabajo, una nevera que abastecer, cosas que comprarse…

Haced algo vosotros, que yo nunca me atreveré a entrar en el edificio a salvar a mi bebé, ¿cómo va una madre, tan mayor, a arriesgarse por algo que lamentará toda su vida? Hazlo tú, salva su angustia, que mire entre los dedos de sus manos, las que se lleva a la cabeza. Que ponga la otra mejilla y que no le duela.

“¡Haced algo, haced algo, que alguien haga algo!”

Grita la muchedumbre mientras los agentes de la paz golpean hasta la muerte a cuatro jóvenes que pedían ejercer su derecho a una educación digna. Haced algo vosotros, ¿cómo voy a tener yo la iniciativa? Pensamiento colectivo, ovejas aborrecidas.

¿Quién rompió los cuentos? ¿Quién mató a los héroes de las películas?

No es carnaval todavía, nos dice el calendario, para qué disfrazarse de valentía…
Para qué mover ficha si nos han quitado el juego, la cartera y el sombrero, y aún descubiertos ante lo que se nos viene encima, no somos capaces de dejar de escondernos en las esquinas. Qué miedo da cambiar las cosas, qué miedo da actuar.

Qué miedo da no tener miedo.

Qué mierda tener que aguantar.

Y es que nos lo ponen en el paladar, no es un reflejo ni en recuerdo, es una realidad. Preferimos mirar a otro lado porque aprendimos a vivir del cuento, que sale más barato pintarse la cara y llevar pañuelos.

“¡Haced algo, haced algo, que alguien haga algo!”

Gritamos, lloramos, pedimos y suplicamos. Perdemos. El tiempo y todo los que no queda por perder. Arrepentidos, arremetidos contra nosotros mismos, no sabemos a quién atacar. Nos mecemos en el precipicio y seguimos pensando que estamos a punto de llegar a tierra firme.

¡Quién mató a los héroes, quién quemó los cuentos!

Nos mutilan y asentimos con gusto a la degustación de basura. Invitados al festín siendo el bufete.
Hagamos que ellos sean el postre.

Que se arrepientan, que sientan lo que es no sentir nada. Poneos las capas, y ¡pensad! ¡Actuad! Empieza la función.

Que no queremos más cuentos ni que nos cuenten más películas, que de tanto mirar a otro lado acabamos mirando al frente, a las injusticias. Que transformamos el imperativo de tercera persona en un Yo.

En un Yo valiente, un Yo justicia, un Yo presente, pensante y activo. Que ya no nos gustan las oraciones pasivas.

Nos rasgarán las capas, brazos, piernas, manos, caras, torsos y muñecas, pero jamás podrán llegar tan lejos como nosotros. Nunca nos romperán las ideas. Nos quitarán las ganas y tendremos necesidad.

Nos quitarán la sed y tendremos hambre.

Y nos dolerá luchar, nos querremos rendir más de una vez, pero merecerá la pena volver a vernos sonreír.

Sed vuestro propio ejemplo. Sed, de cambiar las cosas. Sed, y una terrible hambruna de comernos lo malo hasta los cimientos.

Poneos las capas, que hoy vamos a ser héroes. Vamos a salvar nuestras propias vidas. Somos la liga ciudadana de la supervivencia social. Somos el puño que rompe los esquemas. Somos y seremos el pueblo, los dueños del pueblo.



Y este, es nuestro golpe maestro.