“¡Haced algo, haced algo, que alguien haga algo!”
Grita una
muchedumbre ensalzada. Grita una madre que ve a su bebé llorar desde la ventana
de un edificio en llamas.
“¡Haced algo, haced algo, que alguien haga algo!”
Grita la gente
ante las injusticias sociales, las masacres, las guerras, los desahucios, los
malos gobiernos, la esclavitud, los mataderos…
“Haced algo, que
yo no puedo” es el mensaje que dan entre líneas. Haced algo vosotros, los
valientes, los que no tienen nada que perder, los que no tienen una casa, una
familia, un trabajo, una nevera que abastecer, cosas que comprarse…
Haced algo
vosotros, que yo nunca me atreveré a entrar en el edificio a salvar a mi bebé,
¿cómo va una madre, tan mayor, a arriesgarse por algo que lamentará toda su vida?
Hazlo tú, salva su angustia, que mire entre los dedos de sus manos, las que se
lleva a la cabeza. Que ponga la otra mejilla y que no le duela.
“¡Haced algo, haced algo, que alguien haga algo!”
Grita la
muchedumbre mientras los agentes de la paz golpean hasta la muerte a cuatro
jóvenes que pedían ejercer su derecho a una educación digna. Haced algo
vosotros, ¿cómo voy a tener yo la iniciativa? Pensamiento colectivo, ovejas aborrecidas.
¿Quién rompió
los cuentos? ¿Quién mató a los héroes de las películas?
No es carnaval
todavía, nos dice el calendario, para qué disfrazarse de valentía…
Para qué mover
ficha si nos han quitado el juego, la cartera y el sombrero, y aún descubiertos
ante lo que se nos viene encima, no somos capaces de dejar de escondernos en
las esquinas. Qué miedo da cambiar las cosas, qué miedo da actuar.
Qué miedo da no
tener miedo.
Qué mierda tener
que aguantar.
Y es que nos lo
ponen en el paladar, no es un reflejo ni en recuerdo, es una realidad. Preferimos
mirar a otro lado porque aprendimos a vivir del cuento, que sale más barato
pintarse la cara y llevar pañuelos.
“¡Haced algo, haced algo, que alguien haga algo!”
Gritamos,
lloramos, pedimos y suplicamos. Perdemos. El tiempo y todo los que no queda por
perder. Arrepentidos, arremetidos contra nosotros mismos, no sabemos a quién
atacar. Nos mecemos en el precipicio y seguimos pensando que estamos a punto de
llegar a tierra firme.
¡Quién mató a
los héroes, quién quemó los cuentos!
Nos mutilan y
asentimos con gusto a la degustación de basura. Invitados al festín siendo el
bufete.
Hagamos que
ellos sean el postre.
Que se
arrepientan, que sientan lo que es no sentir nada. Poneos las capas, y ¡pensad!
¡Actuad! Empieza la función.
Que no queremos
más cuentos ni que nos cuenten más películas, que de tanto mirar a otro lado
acabamos mirando al frente, a las injusticias. Que transformamos el imperativo
de tercera persona en un Yo.
En un Yo
valiente, un Yo justicia, un Yo presente, pensante y activo. Que ya no nos
gustan las oraciones pasivas.
Nos rasgarán las
capas, brazos, piernas, manos, caras, torsos y muñecas, pero jamás podrán
llegar tan lejos como nosotros. Nunca nos romperán las ideas. Nos quitarán las
ganas y tendremos necesidad.
Nos quitarán la sed y tendremos hambre.
Y nos dolerá
luchar, nos querremos rendir más de una vez, pero merecerá la pena volver a
vernos sonreír.
Sed vuestro
propio ejemplo. Sed, de cambiar las cosas. Sed, y una terrible hambruna de
comernos lo malo hasta los cimientos.
Poneos las capas,
que hoy vamos a ser héroes. Vamos a salvar nuestras propias vidas. Somos la
liga ciudadana de la supervivencia social. Somos el puño que rompe los
esquemas. Somos y seremos el pueblo, los dueños del pueblo.
Y este, es
nuestro golpe maestro.