No creo en los hogares estáticos, ni en las casas de revista. No creo en la estabilidad de establecerse. De no salir nunca de los límites, de no aprender a saltar la valla, a romper el muro. A cruzar el mar.
No creo que lo establecido sea lo correcto, ni que lo correcto
esté siempre bien. No creo que lo correcto sea siempre lo real.
No creo en las despedidas ni en los finales felices, pero sí en
las bienvenidas y los buenos comienzos tanto como en los malos. No creo en las
reglas ni en una necesidad estructurada. No creo que las necesidades, más allá
de lo vital, valgan la pena. No creo que necesites aquello que te impongan. No
creo que una necesidad no sea tan sólo momentánea, viva, instintiva, salvaje.
El deseo de nacer en un instante y morir en el siguiente. De tener sólo el
ahora porque es lo único que nos vale. Pero parece que si no es ahora, no vale
nunca. Pero que no sea ahora, no quiere decir que nunca sea. Que todo llega, lo
aprendí con las prisas.
Hice pausa y me derroté, a mi yo gigante, invencible y vulnerable.
A mi yo presente, que sólo sabía vivir en rebobinado. Aprendería a leer del revés
si no fuera por ti, que siempre has sido futuro. Siempre has sido ahora, y la
espera de mañana. Siempre has sido, aunque aún no fuiste. Aunque espero que
siempre seas.
He derrotado a muchos dioses, he desbancado emperatrices y dije “No”
a todas las leyes escritas en piedra, que no es más que arena dura. Que no dura
más que el polvo. Que ensucia más que un trapo viejo. Lo hice por hacerme a mí,
por ser capaz de estar conmigo, y saber tener así un asiento a tu lado. No creo
en los ardides de los amigos que claman derrota antes de lanzarse a la batalla.
No creo en mí ni cuando pienso que no puedo, que fallo; por eso siempre lo
intento. Porque sólo creo en algo más que mi paciencia, que mi fuerza o mi
aguante. Creo en el calor de las certezas de mi pecho, que has encendido con la
hoguera de tu llama, y ha secado todos mis mares de dudas.
Creo en la gracia de lo incierto, en lo divertido de tomar un
camino sin señales, atravesar montañas, charcos y barruzales, como la nieve
escondiendo la ruta. Y llegar hasta el mar o hasta un precipicio, y saltar por
si de casualidad me salen alas. Por si el universo quiere que lo haga aún más
mío. Y en esto veo la belleza de la calma, deshacer el estrés con la entereza
de saber que para todo hay soluciones, aunque no todas nos sean dadas. Por eso
creo, y creo con firmeza que lo hago, de la forma más pura, con la ilusión de
un niño que no ha rozado el mundo, y con la paciencia de un viejo a quien ya le
ha derribado. Creo ante todo que no hay muro que por delante se me ponga al que
no le encuentre una salida. Creo, ante todo, que encontraría tu luz distinguida
entre los días más brillantes. Creo que, aún ciego, sabría leer tu mirada. Y
por eso creo que no hay prisa para llegar a encontrar la calma.
Creo mis verdades aunque a veces me falle la fe, aunque a veces me
mate la sed, aún si de seda son los puñales. Creo con mis manos todo lo que
sale de mi pecho. Creo un corazón a mi medida, para que quepas tú, pero no los
miedos. Creo un espacio para nuestras luces cada vez que me doy de bruces con
la riqueza de las sombras, con los contrastes en las avenidas, con la pureza de
sentir con los ojos cerrados. Creo mis creencias y las baso en mis dudas, que
siempre son el mejor puerto de cualquier viaje. Pero creo que nunca podré crear
algo que nos haga justicia, que justifique todas mis creencias, que las
explique para tontos, para los que no saben despegar los pies de la tierra,
para los que no quieren perderse en mis arenas movedizas. Te haré de guía si me
crees sincero, si te atreves a entender el mundo que me he creado. Si te
apetece saber en qué creo. Porque yo no creo nada si no lo vivo, si no lo
siento primero. Mi imaginación va ligada a un vacío, y sólo cambia de forma lo
que se me pone por delante.
Quizá por eso ya no creo en nada.
Quizá por eso sólo creo en ti.
Pero no te miento si te digo que me sobra fe en las luces. Que se
me desborda el mar del pecho. Que he encontrado todos los colores
Y ninguno tiene tu tono
A nadie le brillan tanto los ojos
Si no mira de cerca el sol en el cielo.
La fe
para los mitos y los milagros,
que yo sólo puedo crear
Cuando nadie
cree en mí.