miércoles, 7 de febrero de 2018

Banderas Blancas

El silencio; la conclusión final de mis desiertos de tinta, que antaño fluían por mis manos y mis pensamientos como si no perteneciesen a ningún otro lugar. En mi cementerio de palabras particular mueren los versos que nunca llegué a escribirle a la vida, las ganas que nunca supe aprovechar, las odas a una persona o un lugar. Han caído vacíos los vasos que llenaban mi sed, se han estrellado contra el suelo, inertes, en incontables e irrecuperables pedazos. Ya no sé recomponerme. La culpa gotea en mis manos, y el vacío consume mis entrañas, lo único que aún me hacía parecer lleno. He plantado una bandera blanca en medio de la tierra, he aceptado la fatalidad de la vida y sus consecuencias, el hecho innegable de que hay nudos que no podemos deshacer, y gargantas que no son capaces de decir verdades. Planto mis pies en el suelo ante la visión de un cielo derrumbado, de un sueño tardío en un mundo inalcanzable.

Las bombas resuenan demasiado alto.

Las nubes se convierten en ataúdes de cuarzo, los ecos de guerras pasadas retumban en mi pecho como metralla. Acepto el hundimiento de mi titánico corazón. Ya no busco el sol entre las ramas, me deslumbra la brillantez de vidas completas ante la necedad de mis actos. Busco entre la lluvia la comprensión y la metáfora de un ser sin forma que sólo puede caer; desde la cima hasta los pies, un redundante desperdicio en cada bocanada.

Si bien no he sido negligente, tampoco consecuente, las suelas de mis zapatos sólo arrastran el barro por la ciudad. Y en un mar gris de rectángulos pretendo encontrar un recipiente donde retener la marea, calmar la tormenta, y sobrevivir. Pero con una paciencia que nada enmienda, veo restringida mi voluntad; encadenadas mis rarezas, sucumbo a la rutina de la soledad. Y en mi cabeza, aquel ruido que no cesa, ha dejado de sonar; aquella sonata ilesa que me daba ganas de soñar, que me hacía ver compañía en el espejo, que me decía que nunca estaba tan mal. ¡Dejad paso al silencio! Gritaba mi tristeza desde las alcobas de mis pupilas. Un mundo sordo se cernía sobre la melodía, aunque triste, que se escabullía por cada poro. El silencio dijo: ¡No hay aforo! Aquí sólo mando yo. Y poco a poco se cerraron las ventanas del templo que es mi ser, por la puerta escaparon las pocas ganas que quedaban para volver a creer que la existencia, aunque vana, sigue siendo un deber.

Y siento con impotencia el cese de mi importancia, el peso de mi existencia, la caída de mi imperio fatal. Sin más arte ni comedia, sin hacer el amor a medias, sin remiendo a estas costuras, dejo caer el alquitrán. Hundo mis definiciones y emparedo mi razón, con excusa de ser un muro infranqueable el silencio ha tirado la llave de todo lo que un día fueron puertas. ¿Mecanismos de autodestrucción o de defensa?

Esta obra chapucera ya sé quién la firma, han nombrado rey sin votación, pero con mi población a cero, no parece haber opción. Declaro una guerrilla e intento hacer ruido sin mi voz, mi único reclamo es pan y rosas para el alma, dejarlo todo en carne y flor. Y recito ya sin miedo que no ha sido mi elección vaciar mis mares, que los momentos han ido consumiendo todas mis reservas, que ya no soy presa ni cazador, sólo el bosque que observa atento a todo lo que ocurre a su alrededor. Soy todo lo que queda de mí, sin el agua que es para mí la poesía, las emociones y el amor, declaro mi mundo en sequía. Mis pies se han cansado de buscar la solución, y aunque lo poco de mí aún grita: ¡No te rindas, aún no! El reloj replica, las cicatrices escuecen, y el agotamiento pudre la carne.

No busco que me salven porque quizá no vea salvación, pero insisto en la razón de un refugio que reencuentre mi ser en el naufragio que sufro para quizá reaprender a construir un barco más fuerte, una torre en tierra firme, un faro que me devuelva mi dirección. Quiero hacer de nuevo retumbar al mundo con el gañido de mi voz, quiero desatar las cuerdas de mis alas y aprender a ver el sol.

Pero yo soy un yunque en mar abierto, y todas las brújulas dicen que he perdido el norte.