Ausencias.
A veces rebusco
entre todos mis libros de poesía a ver si te encuentro entre las páginas,
cuando me olvido de besar tus recuerdos por la noche.
A veces me
faltas tanto que el universo parece un eco vacío sin ningún tren directo a tu
paraíso.
A veces, cuando
pongo mis vinilos y finjo bailar contigo, confundo la delgada línea que hay
entre tú y el arte con la cuerda del funambulista que escribe nuestra historia,
intentando divisar esas baldosas amarillas para encontrarte.
Me he imaginado
tantas veces nuestras vidas tras la lente de un proyector que quizá me sea
inherente eso de hacer todo de película.
He repetido mil
veces nuestra catástrofe inicial, sacando mi lado detallista. Y quizá me pase a
veces de aburrido y oficinista, pero es que hasta algo que tanto odio como la
rutina, me hace feliz contigo.
Quizá nunca
llegue a dar el Gran Salto Mortal, arrancarle al tiempo un gañido que
estremezca al mundo y todos sepan cuánto me alegro de compartir días contigo.
Pero a quién le importa lo que haya alrededor cuando puedo mirarte a los ojos.
Te gritaré a
caricias que no me importaría perderme en las carreteras de tu espalda el resto
de mis días.
Y no pretendo
ser un héroe ni un esgrimista, no quiero ser un punzón en tu pecho ni alguien
que te diga que no eres lo suficientemente fuerte como para salir sola de tus
malos días. Sólo quiero ser una compañía, que te saque sonrisas, te haga reírte
y sentirte querida. La manta que te tapa bajo la cama cuando la realidad se
escucha demasiado fuerte y asusta a los violinistas.
Dejé madurar las
espinas que llevaban viviendo entre mis huesos más tiempo del que puedo
recordar, pero tú tenías el remedio perfecto a base de besos y buenos días.
Me haces
estremecer tanto que a veces logras que se me caigan pesadillas como cuando un
gato alborota con las bolas del árbol de navidad. Y no, nunca me gustó la
navidad, su historia, sus creencias ni escribirlo con mayúscula, pero quién te
iba a decir que no con esa sonrisa.
Y este sigue
siendo un intento malo de describir las flores que pueblan tu jardín de
virtudes, caos y vicisitudes, que es poesía en su propia esencia. Que por mucho
que lo intente todas mis letras me llevan a ti, a tu mundo inexacto e
inequívoco de contradicciones y contracorrientes en las que no me importa
ahogarme todas las veces que quepan en un siempre.
Sin tomarme esto
como un juego, te confieso que somos capaces de coger el mundo entero y
enredarlo en tu pelo para que se pierda entre tus locas ideas y no regrese.
Que como una
tormenta a cada paso anunciamos nuestra presencia allá donde vamos, azotando
mares y vientos para hacernos bailar un vals lento que coordine con el ritmo de
tus besos cuando te sientes lo suficientemente humana como para decirme que me
quieres.
Y destrozando
jaulas de la mano te confesaré que jamás habrá una historia tan bonita como las
que escondes en tus mejillas sonrojadas.
Hablaremos de
amor, arte y libertad, que ellos no saben nada. Que nadie entiende que amar es
un acto de rebeldía.
Quiero que me
digas
Capaz.
Cuando te
proponga la locura de querernos libres, y romper las ausencias y distancias con
el calor que guardamos en viejas fotografías.
No me hagas
buscarte más entre mis estanterías.
Quédate
escondida, entre los dedos de mis manos, para recordar lo bien que encajan las
tuyas con las mías.
Todas las cosas
más bonitas que puede haber en una persona, las he encontrado en ti.