sábado, 27 de septiembre de 2014

Volviéndote a Escribir.

Hacía tiempo que no me planteaba si quiera esto, pero hoy tengo ganas. Quiero volver a hacerlo.
Voy a volver a escribirte.
A ti, que ya no me lees, y que nunca me has leído. Me gusta hablarte cuando no estás porque te muestras en tu máximo esplendor. En tu inexistencia. En tu vacío. Me gusta imaginar la música y a ti moviendo tus curvas por esa trepidante guitarra que escamea las notas como llamas. Me gustaba mirarte con aquella voz rota de fondo. Mirando a la ventana. Mirando a la nada. Mirándote. E intentar imitar esa voz rota. Pero me confundía y era yo la que me rompía en lugar de mi garganta cada vez que miraba tu espalda sin que me devolvieras la mirada. Tus enfados contigo misma. Tus enfados con nada. Cuando simplemente hacías que me rompiera porque no me mirabas.
Me gusta imaginarte mirando en la ventana. Con ese moño improvisado al que se le escapaba algún pelo, que caía sobre una de mis camisetas. Te abrigaban más mis bragas que mis brazos. Y no entendía cómo podía estar tan fría con lo caliente que me ponías. Nunca has necesitado mi calor. Te gustaba más el humillo de tu café recién ello. El vapor que desprendía tu boca en invierno. Eso era más cálido para ti que el fuego. Mi color anaranjado ternura no podía comparase para ti con el marrón claro de la madera.

Te gustaba más colgarte de las vigas.

Tu sonrisa y tu alegría conmigo duraba menos que un cigarro entre tus labios. Siempre con esa tristeza bonita. Siempre con esa lluvia. Siempre tenías esa mirada cansada, bohemia. Ese "amo al mundo, pero prefiero morir.”
Morir era tu sinónimo de quedarte en el confort de tu sillón, frente a mi ventana, con tu libro, y mis tazas de café. Me gustaba imaginar tu pelo fundiéndose con la madera. Me gustaba imaginarte tal y como eras. Eras tu pequeño rincón.
Y no sabéis a quién estoy escribiendo, pero os confesaré, que yo tampoco lo sé.
Que desde hace tiempo escribo a canciones, a gente que no conozco, sobre cosas que no he vivido.


Y hoy tocaba incinerarme.


Cartas sin remitente.

Hoy os voy a hablar de una chica. De mi chica. Ella es como el más suave y armónico de los arpegios en una guitarra acústica. Una melodía repetida, suave. Acompañada de violines y violonchelos, tan hermosos como sus curvas. Siempre me recordaba a un amanecer y un atardecer de verano. Con su silueta corriendo hacia el sol, como si pudiera alcanzarlo.
Y lo hacía.
Me recordaba a eso porque ella era donde empezaba y terminaba todo.
 Mis letras favoritas del alfabeto griego.
Me acuerdo de sus cartas, cuidadosa y estratégicamente perdidas en un cajón de mi mesilla, para no olvidarme de soñar con su voz. Ella era de Barcelona. Siempre me acordaba de dónde era porque la "B" era como ella: el principio de la belleza. La escribía tantas cosas como veces podía respirar a lo largo del día. La pensaba tantas veces como existía.
Y la besaba tantas veces como moría.
Siempre pensaba en sus labios. Y en todo lo que salía de ellos. Cada vez que podía verla, la pedía que tocara la guitarra. Era como si las cuerdas de la guitarra fueran sus cuerdas vocales. Lo decía todo sin necesidad de decir nada. Y me arrepiento de no haberme quedado en aquel atardecer eterno sentadas en algún puerto, viendo cómo el sol se ahoga en el mar.
Y me clavan un abrecartas cada vez que veo mi buzón vacío. Otra vez.
Acabé confundiendo tu "V" con tu "B". Que la "V" de tu piel no me da la vida, y vida no se escribe con "B". Pero yo lo hice. Lo escribí. Y sabía que estaba mal, pero nunca me había sentado tan bien un error gramatical. Y echo de menos ver un atardecer y no verte correr delante, porque ya no me levanto tan temprano. Porque ya sólo terminas. Sólo eres final. Y has sido el principio de mi película favorita, no te lo niego, pero no has dejado de ser ficción. Porque, sí, vuelvo a escribirte. Me encanta volver a escribirte. No sé quién eres, ni si existes, pero me encantas. Porque, sí, hoy vuelvo escribir para nadie. Vuelvo a mandar cartas sin dirección ni remitente. Y vuelvo a recibir cartas inexistentes que guardo en todos mis cajones. Vuelvo a recibir cartas que escribo yo. E intento abrir los cajones y que estén llenos de poemas de alguien que no conozco.
Sí, hoy vuelvo a escribirte.


No escribo para nadie, y escribo para ti. Y no sé quién eres, pero quiero conocerte pronto.

(Banda Sonora:

jueves, 4 de septiembre de 2014

Pequeños placeres.

Dejarte llevar, ¿sabes cuál es la magia de que te acune el mar?
Perderse, ¿dónde está la importancia de encontrarse?
Y sin saber lo que buscas.
Te buscas.      
Quizá me buscas.
Encontrarte hasta volverte a perder,
Pasiones que se quedan en suspiros,
Pulmones vacíos.
Me vacías.
Dejarte llevar, ¿sabes cuál es la magia de perderse?
Rumbo, lugar, tiempo;
Se derrumba cuando alzo la mirada al cielo,
Y contemplo, explícito,
Tus ojos de color acrílico,
Tus lágrimas convertidas en nubes.
 Y cómo te dejas llevar.
Resoplando tu respiración en cada centímetro de tu cuerpo,
Soy el viento, soy avión
El pájaro que nunca aprendió a volar.
Y dejarte llevar, ¿Sabes cuál es la magia de vivir?
Contemplar.
Empezar a viajar sin moverte del lugar,
Y mirarte.
Mil marineros se habrían ahogado en esos mares.
Y morir.
Eres humo y no quieres venir, ni vuelves,
Te escondes, te huyes, te desvaneces.
Y me pierdes.
¿Sabes cuál es la magia de dejarse llevar?
Arrebatar los sentidos, no sabes dónde estás, de dónde vienes ni a dónde has ido. ¿Es la importancia de haberse perdido? Y desde cuándo te tienes. No eres tuyo ni mío. Te elevas, sueltas un gañido. Te vences, me derrotas y te superas. Eres nube y flotas, te transformas. Eres tormenta. Me llueves magia en forma de simplicidad. Lo sencillo complica las cosas.
Te pierdes, te gusta el desconcierto. El deslugar, el desorden, el desacuerdo. No quieres líneas rectas, ni camino. Caminante nacido en tierra sin procedencia ni destino. No andas ni corres ni vuelas. Viajas, te pierdes, te manejas. Eres lo que nadie puede soñar. ¿Sabes cuál es la magia de dejarse llevar?
Improbabilidad.
Inesperado, aleatorio. Situaciones que consumen tus cenizas. Y renaces. No has nacido hasta que renaces de lo que nunca fuiste. No te engañas, no te mientes, no te escondes. Salvaje e impulsivo. ¿Sabes cuál es la magia de haberse perdido? Encontrar lo que nunca has querido y siempre buscabas. Saber lo que necesitabas. Soltar un suspiro en medio de un orgasmo. Desprender el alma de las garras de la realidad. ¿Sabes cuál es la magia de lo desconocido? Que se desconoce. La magia de ser niños. El mundo sigue siendo demasiado grande para las hormigas. No comprendas lo que no entiendes. Desaprende. Vuelve a empezar.
Dejarte llevar.
Por una vez, que pase lo que tenga que pasar. La gracia del movimiento tardío, de la reacción espontánea. La gracia de experimentar es el júbilo de lo ya conocido. Ve por calles en las que nunca has vivido, hay más historias, más puertas y caminos. Sin ser predeterminado. Odio las instrucciones. Quema la guía de la felicidad, hoy vas a descubrir lo que nadie quiere que encuentres. El roce que supera la realidad. Te transporta, te deja, te quejas, te aleja. Te liberas y no sabes sentirte libre. Los pájaros siempre vuelan al mismo lado. Vamos a ser desperdicios humanos.
Las brújulas y los mapas te enseñan el camino directo a tu tumba.
¿Sabes qué es la magia? Una noche de verano, una fogata en el campo, una luna que brilla más que mil carteles. El neón de una piel oscura que ilumina la nada. Ni sabes lo que dices.
Los errores bien hechos.
A veces no hacer lo que debes no es tan malo.