sábado, 27 de septiembre de 2014

Cartas sin remitente.

Hoy os voy a hablar de una chica. De mi chica. Ella es como el más suave y armónico de los arpegios en una guitarra acústica. Una melodía repetida, suave. Acompañada de violines y violonchelos, tan hermosos como sus curvas. Siempre me recordaba a un amanecer y un atardecer de verano. Con su silueta corriendo hacia el sol, como si pudiera alcanzarlo.
Y lo hacía.
Me recordaba a eso porque ella era donde empezaba y terminaba todo.
 Mis letras favoritas del alfabeto griego.
Me acuerdo de sus cartas, cuidadosa y estratégicamente perdidas en un cajón de mi mesilla, para no olvidarme de soñar con su voz. Ella era de Barcelona. Siempre me acordaba de dónde era porque la "B" era como ella: el principio de la belleza. La escribía tantas cosas como veces podía respirar a lo largo del día. La pensaba tantas veces como existía.
Y la besaba tantas veces como moría.
Siempre pensaba en sus labios. Y en todo lo que salía de ellos. Cada vez que podía verla, la pedía que tocara la guitarra. Era como si las cuerdas de la guitarra fueran sus cuerdas vocales. Lo decía todo sin necesidad de decir nada. Y me arrepiento de no haberme quedado en aquel atardecer eterno sentadas en algún puerto, viendo cómo el sol se ahoga en el mar.
Y me clavan un abrecartas cada vez que veo mi buzón vacío. Otra vez.
Acabé confundiendo tu "V" con tu "B". Que la "V" de tu piel no me da la vida, y vida no se escribe con "B". Pero yo lo hice. Lo escribí. Y sabía que estaba mal, pero nunca me había sentado tan bien un error gramatical. Y echo de menos ver un atardecer y no verte correr delante, porque ya no me levanto tan temprano. Porque ya sólo terminas. Sólo eres final. Y has sido el principio de mi película favorita, no te lo niego, pero no has dejado de ser ficción. Porque, sí, vuelvo a escribirte. Me encanta volver a escribirte. No sé quién eres, ni si existes, pero me encantas. Porque, sí, hoy vuelvo escribir para nadie. Vuelvo a mandar cartas sin dirección ni remitente. Y vuelvo a recibir cartas inexistentes que guardo en todos mis cajones. Vuelvo a recibir cartas que escribo yo. E intento abrir los cajones y que estén llenos de poemas de alguien que no conozco.
Sí, hoy vuelvo a escribirte.


No escribo para nadie, y escribo para ti. Y no sé quién eres, pero quiero conocerte pronto.

(Banda Sonora:

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