domingo, 31 de marzo de 2019

Los domingos a las 5.


Los recuerdos esparcidos sobre la arena se borran como mis huellas sobre el caos del mundo. El cristal entrelazado en la mezcla me enseña tu imagen a retazos, como un momento irreal y difuso del que nunca fui consciente, como un sueño del que nunca quise despertar.  Hago sonar todas las teclas del oleaje, su insistencia y la mía, tu resistencia y la lucha, los colores y el dolor, tus ojos, tu perfume.

Sólo soy capaz de tocar una nota de la misma canción, porque algunas palabras ya no tienen sentido si no salen de tus labios, si no rozan tus oídos las que salen de los míos, si ya no se me eriza la piel con tu música.

Jamás seremos capaces de salir de algunos laberintos, tienes todas las faltas de asistencia pero me ganas en todas las carreras. Eres el amanecer que nunca podré alcanzar. Hay rayos de sol que me recuerdan a tus ojos y desde entonces siempre prefiero las nubes.

Eres todos los colores de una sombra, y no hay palabra que no lleve tus iniciales. Nunca dejas en paz a mi pluma y me cuesta distinguir cuándo hablo de ti y cuándo te pierdo en el olvido. Le has dado un nuevo sentido a todas las marcas de mi piel y nunca voy a olvidar lo que se siente al estar vivo, pero me arde el cuerpo al saber que no voy a volver a sentirlo.

Desperdicio todas las oportunidades porque nunca serán suficientes si no son mejores que los días más aburridos contigo. Y nada era mejor que eso. Nada era mejor que tú.

No quiero que me busques ni que vuelvas porque en el fondo sé que ya no existes, que sólo te mantengo viva entre los haluros de plata de mis fotos, pero por mucho que todo cambie y progrese nunca volverá a haber nada como esa química. Ya no creo en los mapas porque ningún lugar tiene sentido lejos de ti. Huyo de la inmensidad del mundo en ciudades comunes y no hay sitio en el que me sea imposible imaginarme bajando la calle hasta tu portal. Todos los sitios me parecen cerca porque te quería en todos los lados y de todas las maneras. Pregunto a la retórica si habrá algún día respuestas cada vez que me cuestiono si me volveré a encontrar tu imagen en algún bar, ajena a todo lo que significa mi existencia sin ti, sin mi, viviendo otra secuencia descartada de mi guión original. 

Me faltaron rodar escenas y tú te hartaste de hacer el mismo papel, cambiaste de rol y de personaje, y ningún suplente hará jamás justicia a tu actuación magistral. Eres el arte que falta en las calles. Fuiste la revolución de octubre que nunca llegó a culminar.

Me duelen las flores y los veranos sin el calor, me duele el cine sin magia, me duelen los conciertos sin tu voz y los domingos sin tu pereza. Me duele el mal humor sin motivo que discretamente lleva tu nombre, me duele tener todo lo que siempre he querido y que no te alegres, que no lo sepas, que no lo celebres.


Me faltas tú.


Hay piezas de puzzle que no se pueden sustituir. El tiempo ha lijado las asperezas pero el barro no cubre bien los huecos y siempre se vacía de nuevo cuando llueve.


Ya no sé hacer fuego sin tu mirada. Ya no sé bailar sin tu torpeza.


Nunca tuve rumbo, barco, ni capitán, pero conseguiste darle un sentido a la vorágine imparable de caídas y precipicios que es esta existencia. Soy la gota que sólo besó una vez la orilla, y desde entonces viajo perdido en sus mareas. Busco que las tormentas me lleven de vuelta algún día, pero sólo encuentro arrecifes y mensajes borrosos en botellas vacías. Y cada vez que veo tierra en la distancia navego con más fuerza hacia poniente soñando con que estés en nuestros lugares de siempre, pero sólo encuentro muros contra los que chocar violentamente, y mi furia natural me hace romperme más fuerte, diciendo para mis adentros que un día romperé todas las piedras que se interponen en mi camino.

Cambiaré el significado de todos los versos con tal de verte triunfar, y al final, mi solitud será la fuerza que me lleve, sabiendo que el suelo es mi casa, haré de las cimas mi hogar. Aunque sé que nunca tocaré el cielo de tus colores. Porque siempre serás Roma con los bordes afilados, la inimitable sensación de pertenecer a un sitio.  Y yo que nunca quise ser estático ni gobernado, habría echado sedimentos sobre todas mis raíces para anclarme como un árbol a donde tú quisieras estar. Y todos esos lugares nunca eran conmigo. Debo a mi pasado este malestar de no saber aceptar cambios de ruta porque tu ingenuidad me hizo creer en el destino, y fíjate que aún sin ti siento que estoy en el camino correcto. Pero nunca será el mismo paisaje.




Porque al final de todo aprendí a nadar después de tanto tiempo sin ver tu faro, pero vaya donde vaya siempre acabo buscando tu luz.