jueves, 30 de julio de 2015

Lluvia y pianos.

Me gustan los días de lluvia, cuando cada gota parece una palabra. Sentir tanto, decir tanto, y nunca decir nada.
La indecisión de los días fríos, la tecla adecuada del piano que se sucede después de la nota perfecta. La tristeza embotellada detrás de las ventanas. Y pensar que ahí fuera hay alguien que se está mojando para ti, porque le gusta ir sin paraguas, porque aborrece todo lo que le impide disfrutar de las cosas pequeñas.
Me gusta cuando siento que se me escapan las palabras por los ojos, cuando en un día lluvioso, me giro entre las calles vacías para ver si alguien no sale corriendo. Me gusta gritar en silencio a esa gente, que me gustaría que se quedaran conmigo.
Siempre suena esa melodía perfecta que nunca podré aprenderme, y que acompaña y describe tan bien lo que me hace sentir que me deja sin palabras para si quiera intentar describirlo.

Las mejores cosas no se definen.

No son un concreto, no sale en diccionarios modernos, y cuando preguntas qué es, nunca hay dos respuestas iguales. Por eso me gusta preguntar por ti en mi cabeza de vez en cuando.

Eres el mejor personaje abstracto sobre el que nunca he escrito.

Me gusta ese color que le dan las nubes lloronas a las calles, y a la vida. Como si todo fuera una antigua película de amor francesa, y alguien estuviera esperando a tropezar conmigo en el siguiente charco.
Me gustan los días de lluvia, el olor a tierra mojada, las calles desiertas de personas que no saben disfrutar del frío, las gotas resbalando por cualquier parte, haciéndote sentir que tu piel es un universo. Pero sigo buscando otras caricias.

Me gustan los días de lluvia. Me gustaría encontrar a alguien que fuera como un día de lluvia. Que te haga sentir tantas cosas que no puedas ni darle un nombre ni un sentido. Alguien que sepa tener un lugar donde gritar, y que sepa cuándo grito. Alguien con quien caminar por el cable que separa dos altos edificios. Que confunda los días nublados con noches eternas. Alguien con quien bailar canciones viejas. Que sepa de la tristeza y de las gotas, que sepa, que los días lluviosos a veces ocurren en interiores. Y que se puede tener frío incluso con cien mantas al lado de una chimenea. Que sepa que las luces en poca cantidad son el acompañamiento de las estrellas. Pero que no le tenga miedo a quedarse a oscuras.

Alguien que me hable de magia, y que me enseñe a volar sin moverme del sitio.

Echo de menos las nubes y la lluvia en los días soleados. Me hace echar de menos a desconocidas. Me hace echarte de menos. Me hace echar de menos escribirle cartas a nadie. Los cielos impolutos me parecen escenarios vacíos, cartones pintados.

No son tuyos.

Me gustan los días de lluvia en los que empiezo a pensarte, creer por un momento que existes, y que me esperas. Me gusta pensar que tu perfume es el olor a tierra mojada mezclada con frío. Me gusta pensar que eres un refugio los días de lluvia. Aunque lluevas, aunque te vayas, aunque no existas, aunque ni me conozcas. Solo, me gusta pensarte. Entrelazar una voz dulce entre las notas de un piano de alguien que toca las teclas como si fuera una tormenta golpeando el suelo, las ventanas y los tejados. Me gusta ver mi bandera volando con el viento, y cada vez que deja de llover, me gusta pensar que nos volveremos a ver en la siguiente tormenta. Aunque sea de interiores.


Aunque sea dentro.

domingo, 19 de julio de 2015

En Tiempo De Espera

Tiempo, tiempo, tiempo. Todo el mundo necesita tiempo. Es un objeto de consumo, agotable pero en continua reposición. El bien más preciado de muchos.
Perdemos el tiempo hablando del tiempo. De aspiraciones, sueños, de trenes inexistentes que nunca sabes si van a llegar. Esperamos sentados a que algo extraordinario pase en nuestras vidas. Y así es como pasan nuestras vidas ordinarias.
Los trenes son una bonita metáfora si crees que se puede llegar al lugar deseado en el momento que quieres. Todo programado. Viviendo una vida programada. ¿Te crees que un corredor de cien metros lisos se sienta a esperar hacer la mejor marca? Las oportunidades son lo que pasan mientras te sientas a esperar “tu oportunidad”. Los días, las horas, los minutos. Meses, semanas, años. Todos repletos de oportunidades, de comienzos, de todo lo que esperas. ¿Y qué haces? Esperar. Intentarlo es demasiado difícil, ¿verdad?
En eso se resume todo, en un montón de suspiros y alientos frustrados diciendo “yo no puedo, yo no valgo, yo no tengo los medios”. Sólo son cadenas. Tú eres un grillete de tus sueños, de todo lo que deseas. Y aún sigues creyendo que el tiempo lo oxidará y se soltará, en lugar de buscar la llave.
El miedo es el freno de emergencia, la palanca que nunca nos atrevemos a soltar, y nos pasamos la vida esperando a que nos pongan en una bandeja el botón adecuado que debemos pulsar. ¿Crees que la vida espera? Un reloj no para cuando tú lo necesitas, un reloj no espera a pasar al siguiente día.
 La pregunta es por qué tú lo sigues haciendo.
La vida hay que tomársela con calma, puedes andar, o correr, pero para hacer ambas cosas hay que moverse. Me cansa el constante grito de la gente, el desesperado estruendo de sus sueños rompiendo contra el suelo. El chirriante sonido de su vida muerta, constante, rutinaria. Todos con grandes aspiraciones y habilidades, pero todos con trabajos de mierda. Todos pensando en vivir vidas impresionantes, pero todos siguen el modelo que siempre les vendieron. ¿Tanto miedo da romper el molde? No puede ser más horrible que todo lo que nos espera dentro.
Tiempo, tiempo, tiempo. Tienes tiempo, y lo pierdes, ¡se te escapa! No lo controlas, no lo manejas, no lo retienes. Y tampoco puedes retrocederlo.
¿Te vas a arrepentir de haberlo intentado?
Sería peor vivir sin haberlo hecho.
Tú cuerpo, tus límites impuestos, esos son tus límites. Nunca nadamos contracorriente porque pensamos que jamás seremos lo suficientemente fuertes. Pensamos que estamos intentando subir una cascada. Es más fácil seguir la corriente. Pero, ¿sabéis dónde termina? Siempre en el mismo sitio.
¿Tu paraíso ideal es una fosa común de sueños?
Tiempo, tiempo, ¡tiempo!
Corre. ¡Se te escapa! Te pasas la vida muriendo, durmiendo. Siempre te arrepientes cuando es la última vez.
Tiempo. ¿Puedes decidir lanzando una moneda al aire o te importa demasiado que salga lo que quieres y no lo que se supone que tienes que hacer?
No se le puede llamar vida a un periodo de existencia en el que no te atreviste a vivir. Y quizá esto no sea lo mejor que haya escrito,
pero no podía esperar para soltarlo.



Make your lives extraordinary.