domingo, 15 de diciembre de 2019

Horizontes.


Un calor extraño en el pecho se ha hecho hueco últimamente entre mis ruinas. Retumba tan alto y arde tan fuerte que está empezando a derretir los barrotes del muro que puse contra el mundo. Me hace temblar tanto que estoy empezando a recordar dónde enterré mis cimientos. La base de la vida en la que creo, aquello que me hacía tirar leña a ese fuego interno que nos guía.

Yo que pensaba en mí ya como cenizas, descubrí que el viento silbaba una música que volvió a prender las ascuas. Entre mi tierra removida encontré restos de mis temblores, y recordé que en vida mi pasión ardía con una fuente inagotable de bosques. Que mi primavera era inexpugnable y que nunca faltaban semillas  para hacer florecer la rabia que me define por naturaleza.

Me han cantado canciones de odiseas que me han recordado a mis caminos, y el por qué Ítaca nunca será casa, ni la razón de conquistar castillos. Creo firmemente en la inexistencia del tiempo y en lo inevitable de las sucesiones rítmicas. Que si todo pasa por una razón y está escrito en el firmamento, nos obligarán a tener los pies en la tierra. Pero los portadores de este abismo no creen en fronteras ni palabras por encima de las de cualquiera, que las banderas no significan nada en un desierto de valores.

Y de esto hablo en mi jaula, de la capacidad de contener el contenido, de la inmoralidad que es robarnos el derecho a saber que estamos vivos. Más allá de los cuentos de vidas pasadas, abogo por un nuevo renacimiento, donde toda verdad tenga cabida y el corazón y la razón sean el motor de gobierno. No creo en las despedidas paulatinas ni en los distanciamientos, quiero piedras, rabia y fuego construyendo las cenizas de las que nacerá un mundo nuevo.

Es difícil ver salidas entre mares grises que parecen condenarnos siempre al hundimiento, pero creo en la posibilidad de crear nuevos paisajes, aunque mi respuesta ante el resplandor monótono de una vida vendida sea el salvajismo impío que hasta al más libre aterra.


Si es que hay alguien que lleve bien la libertad, que demuestre que no pende de ninguna cuerda.


Y entre estos versos vacíos están las necesidades, de salir corriendo, de vivir distinto, de saber que el viento acompañará mi camino. De ir allí a donde me lleven los pies. Porque mi instinto salvaje devora el hambre de ser otro ladrillo en la pared. Las fauces de mi vientre me gritan: ¡más vida! Que no sirve dar de comer a este cuerpo lleno si mi alma permanece vacía.  Esta lucha de gigantes es contra el espejo, la justicia poética de hacerse a uno mismo. Que si ponen diques a mis mareas, me volveré un huracán y un martillo, un arma de construcción.


El sueño de ser Algo Más.


Voy a volver a ser los incendios más temidos; aunque lleve dentro el invierno más cruel, siempre tendré calor para los míos. Porque el corazón siempre marcará mi norte donde pongas tú mis límites, porque el amor no se esconde y es lo único que nos hará auténticamente libres. La huida es inevitable desde que aprendes a ver tus cadenas, y jamás habrá cárcel que pueda atrapar nuestra luz.



Mi musa
es un faro en tierra firme.