lunes, 17 de febrero de 2020

Juegos Olímpicos

Diste un salto mortal, batiste todos los récords y cruzaste el río a contracorriente, en medio de los vítores de un público que nunca volverá a ver nada igual. Has descarrilado sobre las vías para poder ver el paisaje, y te homenajean con premios que recuerdan cuándo empezar tu viaje. Porque el estatismo no es propio de tu cuerpo de atleta, y sabes que el oro pertenece a un mundo que sólo quieres cambiar. Que la fama no traerá vida, y el brillo de las medallas sólo es el reflejo de una luz que aún está por encontrar. 

Saliste del estadio en medio del hastío al contemplar que llevas toda la vida mirando al suelo mientras corres, que la arena ya no te llena y no quieres colchonetas que cubran tus bordes. Que al filo se vive distinto, porque caminar por la cuerda floja le da sentido a llegar al final. Pero no quieres finales, si no caminos, y escribes sobre precipicios “busca en ti mismo” a los bordes del mar. Porque la inmensidad se nos escapa en la rutina, y sólo quieres zambullirte en la tormenta de no saber qué pasará. Una vida escrita no es guión de tus comedias, porque a ti, que te lo hagan todo a medida, te sienta mal. La belleza de lo azaroso, del desastre y los rastrojos, de salir en pijama maquillado con legañas y ojeras hasta los pómulos, porque estos rizos no entienden de rezos sobre vidas dignas y sueños parejos de un mundo que duerme ante su propia voz de alarma. Prefiero dormir mal y lejos, entre matojos y piedras antes que elegantes azulejos, porque el reflejo de tus ojos entre el arrebol no tiene precio en forma numerada. 


Si existe una salida, siempre romperé las paredes. Si hay un camino, me clavaré las espigas en los zapatos. 


Sólo aprendo equivocándome, sólo mejoro si ignoro los consejos, y sólo entiendo lo que escribo porque el sinsentido es puro. Porque donde quiero llegar sólo lo hago a mi manera, a ratos, aprendiendo de la tuya, porque compartir siempre es crecer, pero establecer siempre será morir. Así que de eso me guío, de un bravo corazón que no tiene ritmo fijo y gira el timón en la dirección donde suene más alta la vida. Porque sólo entiendo por gobierno las ganas que me llevan a vivir a la deriva. Voy a soplar mi velero con todas las cosas que me llenan, y surcaré todo desierto en el que pongan su reino las dudas, porque entre mis certezas mutantes siempre hay sitio para aventuras nuevas.

Y nunca amaré a una Penélope que no sea parte de mi jauría, que Ítaca espera a las puertas un héroe que siempre ha estado vencido. Y en este navío sin capitán, todas las partes son mi destino, porque quien no entiende el camino, jamás sabrá navegar. Así que he triunfado, por encima de cualquier estrella, al borde de todos los precipicios, lamiendo el filo de los puñales que llevaba años arrastrando en mi espalda. De todas las cicatrices me han salido flores, y he descubierto que en todos los daños había plantadas semillas. Y no sé si esta primavera es temprana o tardía, si seré capaz de hacer crecer algo en tierra yerma, pero me he encontrado una luz en el pecho que sigue brillando con fuerza aún de día, y he prometido seguirla hasta los mares secos. En mis horizontes siempre distingo tu foco en las alturas, tu luz ha conquistado todas mis cumbres pero siempre seguiré viendo el mar desde la cima. Y este calor a destiempo, en el techo del mundo, hace que roce con las manos el cielo, y que sienta cerca todo lo que necesito. 



A lo mejor sólo me estoy llenando la cabeza de pájaros,
Pero un día saldré volando.