El camino de encontrarse a uno mismo es duro.
Siempre dudas, te dejas llevar, te influencian, algunas personas pretenden
decirte lo que eres, otras te lo imponen, y otras simplemente no creen que
puedas llegar a ser algo. Siempre creímos que esa necesidad creciente de
definirlo todo, también era limitarlo. Porque era lo que nos habían enseñado.
A no salirnos
de la caja.
Das vueltas toda tu vida intentan buscar el recoveco
roto de una esquina gastada por el que huir, pero siempre hay alguien
señalándote con el dedo al otro lado de esa pequeña salida. Y según caminas
fuera, empieza a haber más gente que te señala, te grita, te persigue. Y te
cuestionas si la libertad es sólo una palabra en un diccionario sin ningún
significado.
Te da miedo salir de la caja.
Y es normal, la comodidad de estar encerrado en un
cubículo estético, prototípico y normativo, te da el privilegio de pasar por la
vida sin demasiada pena, dentro de lo que cabe, pero tampoco sin demasiada
gloria.
Y según das vueltas en tu comodidad difusa y
depresiva, que te condena a una vida metida en un cajón, entre las cuatro
paredes de una oficina, te das cuenta. Sabes, que no es tu vida, que las
paredes ni son tan fuertes, ni las críticas de fuera tan graves. Te aproximas
al desastre, cegado por la posibilidad de que cuatro no es un número límite.
Cuesta abajo y sin frenos. Y al final, te estrellas. Pero estrellarse no es un
accidente mortal, estrellarse, sólo quiere decir que te has ganado un lugar en
el cielo nocturno al que no se puede llegar desde una caja. Has saltado a las
estrellas.
Y de repente, te das cuenta de que tú eres un muro,
y que la caja, sólo es un mimo. Que tu fe inquebrantable y tu pasión por ser y
descubrir te llena más que la paga de fin de mes. Te das cuenta, de que
libertad, amor y arte no son sólo palabras, que son realidades, con
posibilidades insólitas, que son universos en sí mismas. Y que tú, también
tienes universos dentro.
Tanto tiempo encerrado en un apestoso cajón que tu
piel ha construido una jaula alrededor de ti.
Y ahora ya no necesitas
preguntarte más por qué siempre dibujabas a la gente con los ojos vendados.
Críticas, gritos, persecuciones, amenazas. Has
salido de su esquema predeterminado, y ha sido inminente, pero sabes
perfectamente que tu vuelas mucho más alto que todo eso, que no pueden
alcanzarte, y que eso no es todavía ni la mitad de lo alto que puedes llegar.
Ahora sabes que el mundo no se basa en definiciones,
que las guías y los diccionarios son para quienes no saben sentir lo que dicen,
vivir lo que hacen, ni dejarse llevar. Ahora sabes que el mundo no es sólo
cuadrados y rectángulos, que no es una ficha ni un formulario que rellenar. Que
tu vida no se cuenta en casillas, en vistos buenos, en carreras, trabajos ni
dineros.
Que amar no es una joya, una firma y un montón de
papeleo. Que el cielo nunca será el límite porque sólo es el comienzo. Y que
las imposiciones, son papeles mojados. Que los estereotipos son cenizas de la
idealización colectiva, basada en todo lo que no podemos ser. Que tú no tienes
el deber de ser. No tienes el deber de cumplir expectativas. Y que tu cuerpo,
no es una jaula, es el arma principal de tu revolución.
La revolución de ser y quererse a uno mismo.
Chaval, te has ganado las alas, y no tienen ni idea
de lo alto que puedes volar.