Entre estas cuatro paredes llevo toda la vida mirando mapas,
recorriendo con los dedos todo lo que un día pisarán mis pies. Y a veces,
cuando miro de reojo ese aplanado dibujo de nuestro planeta, me pregunto: ¿esto
es todo lo que hay? ¿Ya está, no hay más? ¿Realmente sólo es esto?
Me hago las mismas preguntas cuando miro un poco de reojo la
vida. Si ya está, si sólo es esto. Si no hay realmente nada que me vaya a hacer
sentir diferente. Si realmente no hay nada que sea tan especial como en las
películas. Si todos esos momentos bonitos y sentimientos increíbles sólo
fuéramos capaz de imaginarlos, a modo de vía de escape, porque la realidad es demasiado
aburrida como para prestarle atención. Tengo la duda terrible, que se mueve
como una constante, de si la vida sólo es aquello que hacemos a diario. Lo que
vemos a través de los demás. Los semáforos y los intermitentes. Los anuncios, y
los cheques a final de mes. Las alarmas y las noches en vela dentro de un bar.
Los papeles, de oficina y de teatro, de vagón o de hospital. Tener un mes de
vacaciones y visitar sitios cercanos, para poder gastar más. Ser el que más
puede, y no tener nunca horarios. Vivir deprisa, y morir despacio, invirtiendo
cada centavo en tener un minuto más dentro de esta cabina. Remodelar la cabina,
para que sea la más vistosa, y la más grande. Cuidar mal y poco a personas
diminutas que reclamas como propiedad. Invertir lo que te sobra en lo que te apetece,
para ver con qué te entretienes hoy. Evadirte cuando viene el servicio de
limpieza mental, dejarlo todo en blanco, llenarte de blanco, y acelerar el
motor. Siempre queriendo ir más deprisa, y tener más tiempo. Tener más, y hacer
menos. Y agonizar por no cumplir lo que la escuela prometía. Rellenar de ceros
las cuentas vacías. Vaciar de todo tu propio recipiente. Repetir como un loro,
que has alcanzado el éxito.
Y como todos, no soy distinto, siempre busco un más que
llene un poco este gran menos, pero a mí me dividen las grandes sumas, porque
ya sé que esos números sólo se mueven entre primos. Yo busco la ecuación que
multiplique la vida, descubrir la equis en medio de mi nombre, escuchar la voz
de todas las haches mudas. Hinchar los pulmones de un aire nuevo, copar todas
mis terminaciones nerviosas. Busco Algo Más. Corro hacia puentes a punto de
derrumbarse sólo para sentir la adrenalina de caer al vacío. Persigo el sol por
cuatro puntos cardinales porque cada día es distinto su brillo. Busco las luces
que esclarezcan esta sombra de incertidumbres. Y corriendo entre tantas dudas,
me di de bruces con una respuesta. Descubrí cómo se mezclan los colores, y la
gracia de estar a oscuras. Me subió a las cumbres, y vi la inmensidad del mar
dentro de este mundo diminuto. Me hizo grande cuando me enseñó a fijarme en lo
pequeño. Y entendí por qué cada pieza que estaba en su lugar, dentro de este
caos ordenado. Así que por fin le di un trago a la vida, y mi copa no volvió a
estar vacía. He visto en los nombrados monstruos las esencias de todo lo que
arde, y apagando las llamas ha creado una luz.
Aprendí a correr despacio y no dejar que me coman las ganas.
Ahora salto sin temor a las causas, y grito al eco todo lo que retengo en las
venas.
En mi pecho, han salido flores,
y menos mal
que me enseñaste a hacer zoom en los mapas.
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